Un chiquillo del barrio que hace mucho no veo y que se las
sabe todas, perfuma desde alguna parte del mundo el viento norte del verano.
Quién sabe si aún es de mi barrio o si ahora es de la luna.
Un chiquillo que aparece y desaparece, con huesos frios de
pena, con un resplandor capaz de perdurar lo que perdura una estrella.
Algo me dice que las horas no lo traen para acá.
Y todo está tan calmo que podría lanzarme a volar desde las
terrazas de las vecinas.
Pero sin embargo, más de la mitad de mi misma lo anda
esperando muy calmadita aturdidita emborrachadita. Algo en mi alma anda
esperando que el chiquillo se quede o que se valla, o que las agujas del tiempo
le revienten al fin
las memorias.
ína ~