jueves, 7 de julio de 2011

Parle Moi

Háblame de la lluvia.
No te pido más que eso,
Puedes sobre ella contarme lo que quieras,
Inventar frágiles historias
de barcos de papel en la corriente.
Puedes inventarme, por ejemplo,
Que afuera del barcito de Buenos Aires,
Hay una lluvia colombiana
De mamita santa
Y que las damas de rulos
Se esconden del agua
Bajo enormes paraguas
de mango de madera ensamblados en Japón.
Háblame de la lluvia,
puedo pedírtelo en muchos idiomas:
en nuestro poético lenguaje susurrero
de pleno centro porteño, o
en el lenguaje limpio y serio
como de abogada de las posibles condenas
que acogen mis preocupaciones,
puedo pedírtelo en el idioma
de las actrices de 1920, con labios rojos
de mucho mas que maquillaje.
Háblame, anda, solo de la lluvia,
No pido más. Nada más, un poco más.
Puedes inventarme un pajarillo que vuele
Y se esconda junto a su dama en un zaguán
Con una Rita imaginaria como las de Benedetti.
Háblame de la lluvia, nada más eso pido.
Que me escribas la piel
aunque sea con un eco transparente.
Háblame, anda, por Dios
yo sé que has andao un largo trecho
como para conocer
por lo menos una lluvia,
un instante fotográfico
que puedas contarme
por lo menos por arriba,
y aún tan hondo como la borra del café.
Te digo, compañero,
No me temas que soy sólo oídos,
No me temas que no voy a moverme
de mi silla en la vidriera.
Aunque si me temes,
Si crees que después de tanta charla
Y suplica repentina
Me atrevería a traicionar
nuestro acuerdo involuntario
deberé decirte, compañero,
que algo traes entre dedos,
que ni tu mismo te atreves a tocar.

ína ~

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