martes, 22 de marzo de 2011

La Partida.

Comienza la partida, y firmo el reglamento sin leer el interlineado, confiando, tonta, en tus palabras bastante conocidas, en tus silencios de hielo y formalidad.
Comienza la partida, yo tiro, tirás, mi turno, tu turno, el fin sí va a llegar.
Las palabras vedadas por los caprichos personales se deforman, se adornan con caras y caretas de horror, viejas como los siglos de los siglos, acecinas, aspirinas, endorfinas, mentiras más, mentirás más.
Ya no le importa. La tonta se las sabe. Yo. Yo me las sé. Aunque sea un poco, me las sé.
Comienza el desenlace. Yo tiro, tirás, mi turno, tu turno, el final sí va a llegar.
‘Al abordaje!’ les grito a mis yo más valientes a ver si ayudan y estimulan a que escupa mi jaque, que (intuyo) no es mate.
Adiós.
Tantas veces eso escribí.
Chau.
Palabras conocidas, conocidas palabras.

ína ~

jueves, 10 de marzo de 2011

El fogonazo y sus pies descalzos.

Escupiendo fuego vuelan los cabellos.
Rojos mechones moviéndose al ritmo de la danza tamboril, brillantes, largos, larguísimos, sueltos, sin rienda alguna, bailan junto con ella.
Muchacha de piel de corazón de coco, blanca como ninguna, tersa y dulce. Muchacha de salpicón de azúcar en las mejillas, salpicón que formó, aunque intuyo que sin querer, un bellísimo decorado de pecas como constelación. Muchacha de senos grandes y pulposos: alimento para los lobos del cielo.
La noche la sorprende y me sorprende con la danza del fuego. Aunque no se vea, estalla en sus pies el fulgor de la braza misma y ella, poseída, prácticamente vuelta viento, se mueve, y enciende los candiles del oxigeno que le toca el cuerpo.
Su melena es trenza descocida o jamás trenzada. Su melena es la conjunción de Venus y Saturno, de eso no hay ninguna duda. Su melena es el nido de inspiración de cualquier hombre o mujer. Su melena carga con la bestialidad leonina, con las suavidad de la perla, la música del tambor y la danza nocturna.
No verás, querido mío, en este mundo locura tan apasionante come ella. Pues no hay dama que tan solo arrojando su pelo al movimiento encienda la luz escondida de los amantes.
Sonriendo va. La alegría se le ha pintao’ en la cara. La pollera roja se balancea de acá para allá, dejando entre ver trocitos de sus muslos, de esas mieles anheladas por milenios.
No sentirás, querido mío, deseo carnal tal como este, pues ella no es humana, pero los astros grandes la enviaron aquí, para envenenar siquiera un poco de tu aire con el deseo prohibido que a prácticamente todos intenta prohibírsele .. y a prácticamente ninguno logra quitársele.

ína ~