miércoles, 29 de junio de 2011

Te Puede Ver.

Dejaste de un lado el pensamiento, sin quererlo ni premeditarlo, fue así. Te olvidaste de que tenías cabeza ahí arriba. Tus ojos dejaron de enfocar y descansaron. Saliste a la calle así, sin cargas de metal en el cerebro y sentiste como una caricia ampliamente necesitada ese aire helado, congelado, firme y prácticamente incoloro que te traen las mañanas del invierno argentino.
No es que signifique tanto.
No es que perderse en el pensamiento sea la gran cosa.
No es que yo pueda diagramar mis razones para contarlo.
Es sencillamente que fue así, sin quererlo ni premeditarlo,
y que te pude ver soñar.

ína ~

domingo, 12 de junio de 2011

El Perro.

El perro
El perro de al lado
El perro se cree gato
El perro del vecino
El vecino mio
El vecino que grita
El vecino que come asado de lunes a jueves
El vecino que a veces pega
Pega a su niña
Niña que no va a la escuela.
Niña que no sabe pronunciar dobles ‘erres’
Niña que juega con el perro
(que dicen que no es perro, que dicen que es perra)
pero la niña le dice ‘pidito’
Pero él
El perro
El perro de al lado
Él se cree gato
Y anda por los tejados rojizos
Y juega con una pelotita de estambre
Entonces yo, que no soy perro ni perra
Ni gato ni gata
Ni ‘pidito’ ni ‘pidita’
Me divierto y me río
Lloro y me río de nuevo pensando
Que el perro
El perro de mi vecino
Es en esa casa
El más libre del universo.


ína ~

miércoles, 8 de junio de 2011

Cebolla

Ella pela cebolla. Pela cebolla para llorar toda esa penita atragantada.
No era el primer recurso, pero esa pena desgraciada no respondía ni al amor ni a la mano dura. 
Estaba, pero no salía.
A veces, se le aparecía en sueños, y era un hombre alto de tapado negro esperando el tren en alguna estación; a veces cuando caminaba sus días, en el pecho más que nada, aunque tomándose la libertad de meterse en sus sienes, sus uñas, sus excusas.
Esa pena era muy fiel, la seguía como perro perdido a cada destino que emprendía ¡Y la mal parida no salía! Estaba... pero no salía. 
Y era tan pero tan mala que no le daba ni el gusto de respirar la desventura.
Un día (glorioso día), encontró la solución.
Entonces ahora ella pela cebolla, y se llora toda la pena, con gusto a sal de acá o de allá según la hora el clima y el plato principal.
Por la ventana de marco amarillo, todo el barrio la ve, alividísima, pelando cebollas, siempre de pie.

ína ~

lunes, 6 de junio de 2011

Te quiero hasta el sol.

Quizás lo curioso es que no me extraña que ya no quieras voltear la página ni levantar el tubo para saber cómo estoy. No me extraña por ejemplo, que los caramelitos blancos te hallan gustado así de mucho, ni que la otra partida (la que carece completamente de reglamento) te halla parecido mejor.
No me extraña que no te interese o que no te animes a arriesgar por lo que yo arriesgaría, ni que te hagas el eterno dolido y confinado a la soledad con tal de obtener la excusita para explicarme y explicarte el por ‘qué no’ y ‘espero que lo entiendas’.
Y yo entiendo. Así de rápido y así de fácil. Entiendo.
Porque aunque conozco este as, aunque conozco tus truquitos, tus noches y amaneceres, tus delirios de amor y tus delirios de whisky, aunque sé que esta es ante todo una muletilla que te haces a vos mismo, algo así como el cuento de la buena pipa que cada uno se tiende a contar, es total y completamente lógico, total y completamente indiscutible, irrebatible, irrefutable.
Adiós, hasta pronto, hasta luego. 
Y te quiero hasta el sol.



ína ~