lunes, 18 de julio de 2011

Aquí y allí.

Te preguntarás de vez en cuando hasta dónde pueden llegar estas sensaciones, hasta dónde puede estar tu alma aguardando que cese la tormenta, hasta dónde quedarán hoyos en el pecho y hasta dónde espinas en las palmas.
Te preguntarás con frecuencia, por qué las tormentas nunca duran lo que se espera, por qué los finales no son tangibles, por qué los inviernos se recuerdan más oscuros que los veranos.
Solo recordarás algunos hechos con cierta objetividad, y serán esos los que se conservarán más francamente en buenos términos con las cláusulas de tu propia normativa. Sólo sabrás que sabes unas pocas cosas en el mundo. Todo podrá volverse entonces como una mera foto de los paisajes de la vida, y sin comprender una palabra, podrás decir ‘comprendo’( pues allí no habrá palabras).
Y allí habrá una puerta que se abre sin preámbulos ni dedicatorias, pero sabrás que aquel fin, lejano de la farándula y el amarillismo tiene tatuada tu identidad en cada partícula del aire. Y allí entras. Y allí te quedas. Y allí permaneces. Y allí adiós. Y aún allí, te recuerdo, nunca eres olvido.

ína

jueves, 7 de julio de 2011

Parle Moi

Háblame de la lluvia.
No te pido más que eso,
Puedes sobre ella contarme lo que quieras,
Inventar frágiles historias
de barcos de papel en la corriente.
Puedes inventarme, por ejemplo,
Que afuera del barcito de Buenos Aires,
Hay una lluvia colombiana
De mamita santa
Y que las damas de rulos
Se esconden del agua
Bajo enormes paraguas
de mango de madera ensamblados en Japón.
Háblame de la lluvia,
puedo pedírtelo en muchos idiomas:
en nuestro poético lenguaje susurrero
de pleno centro porteño, o
en el lenguaje limpio y serio
como de abogada de las posibles condenas
que acogen mis preocupaciones,
puedo pedírtelo en el idioma
de las actrices de 1920, con labios rojos
de mucho mas que maquillaje.
Háblame, anda, solo de la lluvia,
No pido más. Nada más, un poco más.
Puedes inventarme un pajarillo que vuele
Y se esconda junto a su dama en un zaguán
Con una Rita imaginaria como las de Benedetti.
Háblame de la lluvia, nada más eso pido.
Que me escribas la piel
aunque sea con un eco transparente.
Háblame, anda, por Dios
yo sé que has andao un largo trecho
como para conocer
por lo menos una lluvia,
un instante fotográfico
que puedas contarme
por lo menos por arriba,
y aún tan hondo como la borra del café.
Te digo, compañero,
No me temas que soy sólo oídos,
No me temas que no voy a moverme
de mi silla en la vidriera.
Aunque si me temes,
Si crees que después de tanta charla
Y suplica repentina
Me atrevería a traicionar
nuestro acuerdo involuntario
deberé decirte, compañero,
que algo traes entre dedos,
que ni tu mismo te atreves a tocar.

ína ~