lunes, 11 de abril de 2011

Dos figuras.

Quizás un final poblado de voluntad de punto y aparte tenga menos valor que este, que no posee nada más que un despojo completo.
Dos figuras, desparramadas desordenadamente sobre la tierra se han despedido hace algunos minutos en un esquina.
Ella lloraba sin ocultarlo; él estaba a la defensiva. Un caminante lo miró amenazante; él deseó golpearlo. Ella y su vestido temblaban; él intentaba detenerlos. El vestido volaba en el viento vespertino; ella se lo permitía. Él no lloraba, había llegado demasiado lejos; ella se había quedado sin pañuelos.
Ahora son eso, dos figuras desparramadas desordenadamente en el mundo, que tal vez, quién sabe, se sigan despidiendo silenciosos en el andén, en el café, o en el café de la plaza.
No es este un final a obligadas del ego o el orgullo. No es este un final amigo de las buenas compañías.
Quizás sea esa su dignidad más grande… Haber nacido a merced de tu desdicha y mi desdicha, de tus puntos suspensivos y mi maldita hoja en blanco.
Dos figuras desparramadas.
Un solo y completo despojo.




ína ~


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