lunes, 17 de enero de 2011

Rodante

Creyente, ella se calza las zapatillas.
Toma el llavero.
Sale de la casa.
Cierra la puerta.
Toma la bicicleta azul.
Atraviesa el jardín con aquella herramienta multifuncional.
Sale.
El paisaje se va dejando atravesar con su figura.
Una silueta delgada y torpe con el cabello ondulado, castaño y libre en el viento, desplazándose a unos cuantos kilómetros por hora.
Torpe, aunque extrañamente capaz de atravesar los obstáculos que el camino le depara.

Una magia extraña y sublime envuelve su viaje. Nadie sabe de que se trata, por eso quizás, la dejan volar sin interrogación o interrupción alguna. Las ruedas giran tan rápido que los rayos desaparecen y más de uno cree rotundamente que encontrará la muerte en cualquier instante, o que, en su defecto, su cabeza se lesionará severamente.
Ella y su bicicleta son ajenas al mundo del pensamiento. Se han entregado completas al abismo de los sueños y los viajes.

La vi salir de su casa.
La veo perderse en el horizonte.
Sé que nunca más volverá.
Voy a extrañarla locamente. 

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