Mientras a
él las arañas le anidaban el pelo
sin
encontrar ahí no más resistencias que
dos
humedades viejas viejísimas olvidadas
yo escuchaba
tangos más tangos naranjas
siempre
andando así
volviendo lo
gris en amarillo naranja
para llorar tan
bien como a uno le gusta
mientras a
él le crecía el olvido
en inconmensurables
cantidades
mientras yo
escuchaba tangos
y lloraba
entonando cebollas
el sol subía
por la medianera del sábado
rugía como
un tigre en la ventana
escupía
oportunidades o futuros
un puñado de
barcas compañeras
para cruzar
el río de la plata o
cualquier
océano del mundo
llegar a
orillas nuevas y quién sabe quizás
en la
distancia desear un beso en la mirada
extrañarlo
todo obstinadamente
y concebir
por fin
la idea de
que esto que aquí hay
es una
dulzura en la vida redonda
migas de pan
piedritas
sol
una huella
de tu nombre
un camino
blanco o al fin
un camino
un caminito
y nada más que eso.
ína ~
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