En una
tacita de café
hice un
hombre triste
quemé tres
cigarrillos
y cinco
servilletas
pensé mil
veces la
misma
encrucijada y
me arrodillé
ante dios
ese barbudo famosísimo
a decirle
disculpe usted
toda la
incredulidad
todo lo que se
sospechó
sobre su
inexistencia
y otras
cosas de uno mismo
(falta culpa
yerro
defecto
mancha desliz
infracción
transgresión
maldad vicio
imperfección flaqueza
esas delicias
del espíritu)
y ahí nomas
aprenderse el rezo
y pedir
desvergonzadamente
un país del
vino alegre como
los atardeceres
del uruguay
el guiso de
la madrugada
y alguna que
otra servilleta
sin usar /
es decir que
un café
sirve para
muchas cosas
entre ellas
fustigarse el soliloquio
con
vehemencia y acierto
llorar un
moco bien puesto
y quererse
de nuevo
para pedir
la cuenta y que sean
quince pesos
con cincuenta
entonces uno
pueda dejar
el billete
de dos pesos más ajado
de toda la
billetera
medio
escondido bajo la taza
y salir con
cachetes colorados
dejar allá
atrás la taza
y llevarse
el souvenir:
un hombre
triste
una
encrucijada
la docena de
posibilidades
el
padrenuestro recién sabido
y así entrar
a otro café
y a otro
y a otro
y a otro
hasta que los
días se resuelvan ajenos .
ína ~
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